LA SENSIBILIDAD, es un término que adquiere diferentes significados de acuerdo al contexto, podría definirse como la facultad de sentir, de apreciar lo que siente otra persona.
Es importante ser sensibles ante otras personas, ya que esto nos permitirá ayudar, ser compasivos, utilizar la empatía y entender el dolor ajeno. Muchas veces comprendemos las miradas y los gestos más allá de las palabras y sabemos cuando alguien necesita algo.
El valor de la sensibilidad no se trata de sentir pena o disgusto por lo que le pasa al otro. Ser sensible va más allá de un estado de ánimo, se trata de permanecer alerta de todo lo que ocurre a nuestro alrededor; en mi caso, como médico es algo que practico a diario con mis pacientes, muchas veces adelantándome a los hechos, como cuando debo notificarle a un paciente que algo no anda bien en él o ella, puedo suponer lo que mi paciente puede llegar a sentir y por eso soy cautelosa en la forma en que notifico algún hallazgo y lo hago de la mejor manera posible.
Toda persona desarrolla este valor de una manera u otra, por ejemplo, es sensible el padre de familia que se preocupa por la educación y formación que reciben sus hijos; quien escucha, conforta y alienta a un amigo en los buenos y malos momentos. La sensibilidad es interés, preocupación, colaboración y entrega generosa hacia los demás. Es ser solidario.
Algunas personas aparentan ser duras o insensibles, a veces porque no quieren comprometerse e involucrarse en cosas que califican como fuera de su competencia. Hay quienes piensan que son suficientes sus problemas y preocupaciones como para preocuparse de los ajenos, pero, no se trata de hacer los problemas ajenos tuyos, jamás se debe ser indiferente, ese es el peor enemigo de la sensibilidad.
Debemos ser parte del dolor de los demás y comprenderlo, así como también de sus alegrías. Se trata de vivir, compartir, luchar juntos por un mejor porvenir.
«Una alegría compartida es doble alegría, una pena compartida es media pena»
Por otro lado, quizás pueda parecer extraño esto, pero, en cierta forma somos insensibles con nosotros mismos, pues generalmente no advertimos el rumbo que le estamos dando a nuestra vida: pensamos poco en cambiar nuestros hábitos para bien; mucha gente no hace propósitos de mejora personal o profesional; fácilmente se dejan llevar por el ambiente de los amigos, del trabajo, de la rutina, sin poner objeción alguna; algunos trabajan sin orden y desmedidamente; otros dedican mucho tiempo a la diversión personal, debe haber un equilibrio. Dejarse llevar por lo más fácil y cómodo es la muestra más clara de insensibilidad hacia todo lo que afecta nuestra vida. Actúe con sensibilidad, preocúpese también por usted.
Hoy día por todas partes se habla de los problemas sociales, corrupción, inseguridad, vicios, etc. y es algo tan cotidiano que ya forma parte de la vida de muchos, ¿cuántas veces dejamos que sean otros quienes piensen, tomen decisiones y actúen para solucionar estos problemas que nos competen como sociedad? La sensibilidad nos hace ser más previsores y participativos, pues no es correcto contemplar el mal creyendo que somos inmunes. Lo que pasa en cualquier espacio del mundo debe ser objeto de preocupación para cualquiera. Podemos vernos en el espejo de los otros.
La sensibilidad nos hace despertar hacia la realidad, descubriendo todo aquello que afecta en mayor o menor grado al desarrollo personal, familiar y social nuestro y de los demás.
La mejor forma de poner en práctica este valor es escuchar con atención a los demás, estar atento a lo que tengan que decir y hablar con amabilidad, y si consideras que ya prácticas este principio ¡no te olvides de ti! recuerda cuidar tus propios sentimientos.
Recuerda, ser sensible no significa ser débil pero sí tener un corazón que late más que el de los otros.